La pandemia de COVID-19 dejó al descubierto las brechas dentro del sector educativo. A sólo 35 kilómetros del sureste de Bogotá, decenas de niños de una zona rural que no cuentan con una conexión a internet en sus hogares, acuden a una biblioteca comunitaria “Biblioteca Rural Comunitaria Los Soches”, fundada hace media década por Maribel Guerrero Solorzano. Aquí pueden realizar sus deberes, mientras estudian a remoto, pues posee un servicio de wifi estable, al cual pueden conectarse mediante teléfonos móviles. A pesar de ser un espacio que busca ayudar a los niños a desarrollar sus habilidades educativas, no cuenta con nada más que un computador que deben turnar entre 45 niños con cita previa, para cumplir con los protocolos de bioseguridad. 

En Bogotá, según las estadísticas de la Secretaría de Educación de la ciudad, cuatro de cada diez niños no tienen acceso a computadores ni internet, lo que equivaldría a 350.000 niños. 

Milena Liberato, de 28 años, es madre de una niña de ocho años que carece de conexión a internet en su casa. Cada mes, por el bienestar de su pequeña, debe destinar 50.000 pesos a la compra de paquetes de internet, a pesar de su estado actual como desempleada en medio de la pandemia. 

“Me toca recargar (datos de internet), muchas veces no puedo porque soy madre soltera y no tengo dinero. Mi celular se apaga constantemente, entonces nos desplazamos a la biblioteca para hacer consultas de lo que no encuentro en los libros de mi casa”, fueron sus palabras a la AP (Associated Press).

La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, tenía prevista la entrega de 105.000 tabletas y dispositivos tecnológicos a los niños y jóvenes más vulnerables durante el primer semestre del 2021, para que puedan complementar su educación. No obstante, la ayuda que reciben por parte de iniciativas locales, como la “Biblioteca Rural Comunitaria Los Soches”, no deja de ser importante para nuestros gestores del futuro y sus padres.

Fuente: La Razón          Ver artículo original aquí